domingo, 19 de septiembre de 2010

TENER LA RAZÓN




Depositó los fajos de billetes sobre la mesa. Después pasó a un plató decorado para un debate. Pero no había ninguna cámara y nadie iba a ver ese programa. Nunca. Un conocido presentador de televisión le saludo afectuosamente y le presento a su contertulio: un pedante periodista y polemista profesional. Se sentaron y comenzó el debate. Empezaron con política nacional. Discutieron acaloradamente durante un rato, hasta que el distinguido polemista tuvo que tragaste sus argumentos y le dio la razón. Para eso le habían pagado.

Sintió una inmensa satisfacción. Se relajó en el asiento y empezó a hablar sobre cualquier tema, daba igual. Durante las siguientes dos horas, su contertulio estaba obligado a darle la razón en todo.

Resultaba muy caro, totalmente prohibitivo, por algo aquel burdel era el mejor de la ciudad.